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La educación nutricional importa, pero no demasiado

Invertir en programas educativos y campañas de promoción de hábitos saludables es un recurso frecuente de multitud de instituciones sanitarias. Parece obvio que la base de una buena alimentación está en la educación nutricional, pero ¿cómo de eficaces son las campañas y programas educativos?

Las instituciones sanitarias han recurrido de manera histórica a la creación de campañas nutricionales para promocionar determinados alimentos. En España, por ejemplo, durante los años 60 se llevaron a cabo campañas orientadas a introducir más variedad en una dieta que era, por lo general, monótona. Estas campañas lograron bastante éxito. Sin embargo, no se puede decir lo mismo de las campañas llevadas a cabo a lo largo de los 90 cuya finalidad era recuperar platos tradicionales de legumbres.

Campaña institucional Yo sí como patatas emitido por primera vez en el año 1967. 

Entre los múltiples motivos que los expertos utilizan para explicar este éxito relativo están las contradicciones entre los mensajes y la dificultad de la ciudadanía para comprender estos mensajes. De hecho, algunas voces argumentan que la famosa pirámide de la alimentación saludable resulta confusa, por lo que  está siendo sustituida en algunas comunicaciones por la infografía MyPlate.

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Pirámide de la alimentación. Imagen creada por la Sociedad Española de Nutrición Comunitaria (SENC)

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Imagen Departamento Agricultura Estados Unidos

Otro de los recursos utilizados por las instituciones de salud son los programas de educación. En España, por ejemplo, se lanzó en 2005 la estrategia NAOS (Nutrición, Actividad física, y prevención de la obesidad) desarrolla acciones destinadas a toda la población y con especial hincapié en la infancia. Desde programas educativos para las escuelas hasta intervenciones en empresas privadas, desarrolla multitud de acciones orientadas a invertir la tendencia de la elevada prevalencia de la obesidad. Sin embargo, establecer una relación directa entre educación e ingesta nutricionales sería probablemente muy atrevido ya que son múltiples los factores que inciden en las decisiones sobre alimentación. En cualquier caso, no se puede afirmar que la educación no influye de ninguna manera.

 

Lo que resulta profundamente llamativo es que gran parte de los programas evaluados han constado que las medidas educativas son más efectivas en las poblaciones con niveles educativos altos. Además de ello, se ha comprobado también que las personas que tienen una dieta y hábitos de vida menos saludables tienden a rechazar las propuestas y no seguir las recomendaciones.  De hecho, programas educativos integrales, como EYTO en los que se desarrollaban actuaciones integrales y con una gran implicación de la población, han constatado también que el cambio en el patrón dietético es más relevante en poblaciones de nivel socioeconómico elevado.

las medidas educativas son más efectivas en las poblaciones con niveles educativos altos

 

La alimentación: un problema social

El nivel económico y sociocultural ejercen una fuerte influencia y, en este sentido, la OMS se muestra contundente al afirmar que el acceso a buenos alimentos y asequibles marca más la diferencia de lo que come la gente que la educación para la salud que puedan recibir.  

 

Así, un estudio realizado en España constató como la crisis económica redujo el gasto familiar destinado a alimentación más que el destinado a otros asuntos como el ocio. La crisis económica ha alejado a la población del patrón de dieta mediterránea y, mientras el consumo de cereales, frutas, hortalizas y legumbres está por debajo de las recomendaciones nutricionales, el de lácteos, pescados, carnes magras, grasas y dulces se sitúa por encima.

 

Todos los datos indican, además, que la obesidad no se distribuye de la misma manera entre las clases sociales. Sin embargo, como explica la investigadora Mabel García Arnaiz, las medidas de salud pública abordan el problema, ofreciendo a población de bajos ingresos soluciones adecuadas para personas con ingresos medios o altos. Los mensajes unidireccionales y generalistas, no adaptados a la realidad de los grupos con mayor incidencia de obesidad, dan lugar a campañas ineficientes y, en muchas ocasiones, provocan rechazo y culpabilidad.

Los mensajes unidireccionales y generalistas, no adaptados a la realidad de los grupos con mayor incidencia de obesidad, dan lugar a campañas ineficientes y, en muchas ocasiones, provocan rechazo y culpabilidad.

La evidencia científica que sustenta la idea de que la obesidad es multicausal y que, por tanto, su tratamiento requiera multitud de perspectivas y medidas es abrumadora. Hoy en día sabemos ya que, aunque las causas biológicas influyen, pero que el peso de factores ambientales como el estilo de vida, la mecanización del transporte y el trabajo y las opciones de ocio sedentarias es fundamental. Poner el foco sobre la decisión individual de cada persona obvia la necesaria regulación de la industria alimentaria y el control de la publicidad.

*Imagen de portada: Naranjas Ros. Autor: Archivo de fotos Mercat Central de València

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