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¿Es posible la evidencia científica en nutrición?

Como constató el doctor Gregorio Marañón ya en 1920 "no hay parte de la medicina más mudable ni asentada sobre cimientos más movedizos que la ciencia de la dietética; no pasa año en que no cambie algo fundamental". La nutrición es una ciencia joven y que abarca campos tan diversos como la biología, la química, la agricultura y que ha de tener en cuenta condicionantes económicos y culturales, lo que supone un reto nada desdeñable.

 


Aunque la relación entre dieta y salud ha sido evidente desde la Grecia clásica, la nutrición es una ciencia con un desarrollo histórico relativamente bajo y con muchas líneas de investigación abiertas en las que no existe, aún, consenso científico.

 

La dificultad para realizar investigaciones que permitan ofrecer conclusiones en forma de recomendaciones nutricionales es uno de los grandes desafíos y fuente de grandes malentendidos y contradicciones.

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Laboratorio del Instituto Universitario de Ingeniería de Alimentos para el desarrollo de la Universidad Politécnica de València. 

El camino desde la formulación de la hipótesis hasta su transformación en recomendación nutricional basada en evidencias científicas es largo y, en ocasiones tortuoso. Este desafío, al que se enfrenta cualquier ciencia, se convierte en la nutrición en un verdadero reto debido a las dificultades inherentes a los estudios en nutrición.

Los ensayos clínicos nutricionales aleatorizados

 

Aunque hay muchas formas de realizar avances científicos, no todos los tipos de estudios ofrecen el mismo nivel de evidencia. Por ejemplo, no tiene el mismo valor una investigación que prueba los efectos secundarios de un fármaco en modelos animales que su impacto sobre un grupo de población humana. Sin embargo, el segundo no es posible sin el primero.

 

Precisamente por ello y para facilitar el trabajo de la comunidad científica y médica, se ideó un sistema conocido como el sistema GRADE que establece una escala de mayor a menor solidez de las evidencias.

 

En el nivel más fiable de evidencia se encuentran los ensayos clínicos aleatorizados. Es decir, ensayos clínicos en los que, por ejemplo en el caso de la nutrición, un grupo de personas consumen un alimento y se observan los efectos en comparación con el llamado grupo de control, que son las personas que participan en la investigación pero que no consumen ese alimento. Este estudio, además debe de estar aleatorizado, es decir, los investigadores que lo diseñan no pueden elegir a qué grupo asignan a cada paciente. De esta manera se evitan sesgos y que, por ejemplo, se asignen a aquellos que tienen mejores condiciones físicas al grupo que va a probar el tratamiento que consideran más eficaz.

 

Este tipo de estudios en nutrición tienen varios problemas. El primero de ellos son los necesarios límites éticos de la investigación: el Convenio de Derechos humanos y Biomedicina del Consejo de Europa establece la prohibición de realizar investigación en la que los riesgos en los que incurren los participantes sean desproporcionados con respecto a los beneficios. Por tanto, si existe la sospecha de que el consumo de un alimento provoca enfermedades en la población, bajo ningún concepto se podría realizar un ensayo en el que se le introduce a un grupo de personas dicho alimento.

 

A esto se le suma el hecho de que las consecuencias de una alimentación inadecuada no son visibles de forma inmediata, el periodo de latencia puede ser de 10 o 20 años. Tanto por los límites de la financiación como por el propio cansancio de los participantes voluntarios, resulta muy complicado lograr lo que se conoce como resultados longitudinales. Es decir, evidencias sostenidas en un periodo de tiempo largo.

 

Además de ello, como cualquier estudio clínico, éste sólo puede ofrecer evidencias sólidas sobre en el contexto en el que se ha realizado. Es decir, un ensayo clínico realizado con deportistas de alta competición sobre la mejor dieta, ofrece conclusiones sólidas sólo para personas en condiciones similares. Por lo que los resultados no se pueden traducir en forma de recomendación nutricional para la población general.

Sin embargo, difícil no significa imposible y prueba de ello es PREDIMED, un ensayo clínico en el que han participado más de 7000 personas a lo largo de 5 años y que ha permitido comprobar que el seguimiento de una dieta mediterránea suplementada con frutos secos y aceite de oliva reduce considerablemente el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares.

"Hay ensayos clínicos aleatorizados que no se pueden hacer en nutrición, de manera que nos tenemos que basar en epidemiología y en estudios observacionales y eso es un handicap muy complicado para poder extraer esas verdades absolutas y que en nutrición son poquísimas".

La epidemiología de la nutrición

 

Tampoco sería cierto afirmar que la única vía para formular recomendaciones sólidas en nutrición sean los ensayos clínicos. De hecho, como explica Jesús Vioque , los estudios epidemiológicos en el ámbito de la nutrición son de gran valor, ya que ofrecen evidencias relevantes sobre las relaciones entre dieta y el riesgo de enfermedad. En este sentido, la nutricionista Lucía Martínez insiste: "hay ensayos clínicos aleatorizados que no se pueden hacer en nutrición, de manera que nos tenemos que basar en epidemiología y en estudios observacionales y eso es un handicap muy complicado para poder extraer esas verdades absolutas y que en nutrición son poquísimas".

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